No es la película más memorable de ninguno de ellos, pero quizás el título sea el que mejor describe lo que ambos conforman: ‘La Casta Invencible’ del cine clásico. Este es el único largometraje en el que Henry Fonda y Paul Newman coincidieron a lo largo de sus carreras, interpretando a padre e hijo, respectivamente; una alineación de estrellas -que no de planetas- en la que los ojos azules de uno y otro comparten mesa y protagonismo.
Aunque los ‘binomios’ que la historia del cine clásico ha compuesto son Newman-Redford y Fonda-Stewart, los paralelismos entre Newman y Fonda van más allá del color de sus ojos. Ambos nacieron en el seno de familias de origen europeo, si bien separados en el tiempo por 20 años. Ideológicamente, los dos apoyaban al Partido Demócrata, y en el caso de Newman son conocidas las grandes sumas de dinero que donó a esta causa política.
Su actitud hacia Hollywood y su vida privada demuestran que el cine era para ellos su trabajo, no su modo de vida. De los dos se dice que eran honestos y amables, una percepción que tal vez viniera determinada por sus papeles en la gran pantalla.
Eran los buenos tipos, pero rompieron sus propios moldes: Fonda con ‘Hasta que llegó su hora‘ y Newman, desde la comedia, con ‘El gran salto‘. Como si se siguieran los pasos, el primero protagonizó ‘Doce hombres sin piedad‘ y, 18 años después, el segundo hizo lo propio con ‘Veredicto final‘ bajo las órdenes del mismo cineasta, Sidney Lumet.
En los Oscar de 1981 estuvieron nominados en la misma categoría, la de Mejor Actor. Al final, el veterano se hizo con la estatuilla por su papel en ‘En el estanque dorado‘, su segunda después del premio honorífico de 1980. Paul Newman no solo no se quedó sin premios, sino que siguió el mismo patrón: en 1985 recibía el Oscar honorífico y un año después, en 1986, el de Mejor Actor por ‘El color del dinero‘. Ellos son la casta invencible, y su contribución al cine, una fuente de inspiración sin fecha de caducidad. ¿Acaso esto no da para un binomio?