Este artículo fue originalmente publicado en PlayGround Magazine el 31/05/2016.
“No es nada parecido a la realidad que conocemos. No piensas en tu cuerpo, ni en el tiempo, la sensación es mucho más intensa que todo eso”
Por: Eva Yera , domingo 31 de mayo de 2015
Después de dos semanas, Lucas abrió los ojos. Su cuerpo, tendido en la cama, le dolía; le pesaba. Estaba allí, sí, pero no lo podía mover: su columna vertebral se había partido por tres partes diferentes.
Lucas reconoce que aquella noche iba rápido. Conducía su moto por las calles de Edimburgo cuando un taxi apareció de la nada.
En los catorce días que estuvo en coma su corazón se paró seis veces. Pero mientras su cuerpo reposaba inerte en el hospital –a miles de kilómetros de su Polonia natal–, su conciencia hizo un viaje para el que no encuentra explicación.
“No sé expresarlo con palabras, no es nada parecido a la realidad que conocemos. No piensas en tu cuerpo, ni en el tiempo, pero la sensación es mucho más intensa que todo esto”, dice mientras abarca el mundo con las manos.

Ocurrió hace un año, pero a simple vista tan solo una cicatriz en el cuello, producto de la intubación, dan prueba del accidente. “Es un milagro que pueda andar”, afirma.
Hoy Lucas trabaja nueve horas al día de pie, en la plancha de un restaurante de comida rápida. A veces, muy pocas, se queja del dolor de espalda: “Me duele todos los días, a todas horas, pero he aprendido a vivir con ello”. Y también todos los días desde que el accidente ocurrió ha pensado en aquel extraño viaje.
–¿Da miedo?– pregunto.
–Sí y no. Sí, como todo lo desconocido. Pero al mismo tiempo, te gusta. Eres consciente de lo que te ha pasado, pero te da igual.
Lo que ha vivido Lucas se conoce como una experiencia cercana a la muerte (ECM), un fenómeno bastante común entre las personas que experimentan traumas como el suyo.
El caso más conocido –y controvertido– es el del Eben Alexander. Este neurocirujano y profesor de universidad estadounidense es también autor de La prueba del cielo (2012) y El mapa del cielo (2014), dos libros en los que relata su ECM a causa de una meningitis que derivó en derrame cerebral.
Alexander es más concreto al narrar su historia. Asegura haber volado sobre el ala de una mariposa y haber llegado al Paraíso: “Navegué a través de un valle verde con orbes de luz dorada precipitándose sobre mí, dejando rastros brillantes de música a su paso”, narra en este artículo.
“El lugar al que fui era real. Real hasta tal punto que, a su lado, la vida que llevamos en este mundo y en este tiempo parece un simple sueño. La vida no carece de sentido. Pero este es un hecho que no podemos ver desde donde estamos”. Aunque, como Lucas, Eben asegura que lo que ha experimentado escapa al “racionalismo convencional”, sí encuentra palabras para explicar qué ha aprendido de su experiencia: “El amor es, sin duda, la base de todo. No es algo abstracto, difícil de abarcar; me refiero al amor del día a día que todo el mundo conoce”.
Pese a que muchas de las personas que sobreviven a un coma afirman no recordar nada, las que lo hacen suelen relatar memorias muy similares. En esta web se recogen miles de testimonios de gente que dice haber vivido una ECM.
Sensaciones de “paz”, “serenidad”, “tranquilidad” y “amor” se repiten en casi todos ellos. También elementos como el famoso túnel o la luz brillante.
Pero lo que es común a todas estas experiencias es que son descritas como memorias más reales que la propia realidad o “hiperrealistas”, así denominadas por los investigadores del Coma Science Group del Hospital Universitario de Lieja.
Este equipo, dirigido por el neurólogo Steven Laureys, ha realizado un estudio comparando diferentes recuerdos (reales e imaginarios) de diferentes grupos de personas con el recuerdo de los supervivientes a un coma que experimentaron una ECM (NDE en inglés).
Estos últimos reviven sus memorias con un mayor nivel sensorial y emocional, con mayor nitidez y con mayor grado de autoconciencia.
La conclusión a la que llegan es que “las ECM no pueden ser consideradas como eventos imaginarios. Proponemos que, dado su origen fisiológico, sean consideradas como fenómenos realmente percibidos aunque no vividos en realidad (como las alucinaciones o algunos tipos de sueños)”.
A su vez, otro grupo de investigadores holandeses lanza una teoría dispar en el libro Lo que un cerebro muerto no puede hacer. A través de 78 casos de ECM asociadas a muertes clínicas en las que se da una dimensión paranormal, los autores tratan de demostrar la posibilidad de que conciencia y cuerpo se separen, tal y como afirmaba Eben Alexander.
Percepciones o realidades, las ECM son tan poderosas que fulminan en quienes las sufren uno de los temores más intrínsecos a las sociedades occidentales:
–¿Después de esto… te da miedo morir? –le pregunto a Lucas.
–No –dice con seguridad e indiferencia–. Déjame preguntarte algo: ¿crees en Dios?
–No.
–Pues deberías.